miércoles, 6 de diciembre de 2017

Un juego de niños

Parece que la curva es más amable que la recta, pero ¿qué ocurrió hoy? el círculo me llevaba a un movimiento sobre sí mismo que me encerraba y me llevaba cada vez más adentro. El espacio crecía cada vez que intentaba llenarlo. Ese era mi reto, mi lucha... Me empapé de color para salir nadando de allí, cubrí el ensimismamiento con un tapiz de tonos entrelazados armoniosamente, que consiguieron llevarme a otro lugar. Sin negar nada, sólo acepté lo que había como parte de mí. Esa parte que a veces no escucha, que se niega a crecer, que tiene miedo a explorar nuevos mundos, que se refugia tras un muro que la acaba aplastando...

Y hoy ¿a qué me enfrento? Si empiezo con miedo, dudando, esperando a que mi parte congnoscitiva me muestre el camino y me evite el sufrimiento, entonces no encontraré nunca el tesoro. Si me entrego, si arriesgo, si asumo que el dolor forma parte del proceso de conocimiento, entonces hay una posibilidad... Pero las rectas ¿no son frías y cortantes? Está bien, voy a dejar los prejuicios a un lado ¿porqué nada es lo que parece?¿porqué cuanto más intento retener y conocer a través de conceptos más me pierdo? De acuerdo, solo voy a fluir, qué bonito el sonido de la cera cuando se desliza sobre el papel; qué bella la huella del movimiento, mi movimiento... No tengo que hacer tanto esfuerzo, las figuras enlazan unas con otras con naturalidad, voy tejiendo una vidriera poligonal tratando de equilibrar formas y tamaños... Me encanta ponerle color, saltarme los límites que nadie me impuso... Generar mi propia ley... Sumergirme de lleno en los misterios del alma... Me siento como un niño, que juega sin límite, que descubre el mundo desde sí, que disfruta simplemente siendo.